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¿Por qué podríamos estar equivocados sobre lo que consideramos un desarrollo “normal” en los niños?

¿Por qué podríamos estar equivocados sobre lo que consideramos un desarrollo “normal” en los niños?

A menudo, tanto padres, cuidadores como maestros caemos en la tentación de entender el desarrollo infantil a través de lo que creemos que es “normal”. Sin darnos cuenta, comparamos a los niños entre sí basándonos en referencias mentales preconcebidas: como su habilidad para trepar a los muebles a los 2 años o su desempeño en una materia. Sin embargo, este enfoque puede ser problemático.

El mito de lo “universal”

Muchos estudios sobre el desarrollo infantil afirman que sus hallazgos son universales, aunque esto no siempre sea cierto. Esto se debe a que la mayor parte de la investigación proviene de países occidentales (EE. UU., Reino Unido, etc.), y estos estudios tienden a convertirse en el estándar con el que se comparan todos los demás. Pero, ¿es correcto usar estos resultados para definir lo que es “normal” en todas las culturas?

El contexto cultural y social importa

El desarrollo infantil no ocurre en un vacío. Factores como el entorno físico, los estilos de crianza y las variaciones individuales (como la neurodiversidad) influyen en cómo los niños crecen y aprenden. Por ejemplo, en lugares donde los bebés reciben masajes regulares, como en Jamaica, el desarrollo motor puede ser más rápido. Esto muestra cómo un enfoque centrado solo en los estándares occidentales puede no ser aplicable a todas las realidades culturales.

Más allá de los gráficos y las normas

Es común ver gráficos que muestran los hitos del desarrollo motor, como cuándo un niño debe sentarse, gatear o caminar. Sin embargo, aunque estas normas se originaron para ayudar a detectar retrasos, no son universales. El contexto en el que un niño crece juega un papel fundamental, incluso en áreas aparentemente universales como el desarrollo motor.

La importancia de repensar las “normas”

El desarrollo infantil no es algo que simplemente “sucede”. Deberíamos ver el proceso como algo dinámico, influenciado por la cultura y las experiencias individuales. Considerar el desarrollo como algo entrelazado con el contexto cultural nos lleva a una comprensión más rica y precisa, no solo para los investigadores, sino también para quienes trabajan directamente con niños. Solo así podremos generar cambios significativos y adaptar mejor nuestras prácticas a la diversidad global.

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